Convulsión política, según María Bernal

Convulsión política

Corren tiempos revueltos para la política en todas sus dimensiones. Dimisión e ilegitimidad son las dos palabras favoritas de nuestros políticos para atacar a sus adversarios en sus numerosos discursos basados en el cascado dicho de “prometer hasta meter y una vez metido se olvidó lo prometido”, así como las de sus defensores por redes que cada vez manifiestan con el emoticono de las palmas a quienes votan a pesar de que este derecho todavía goza del anonimato que la democracia le otorgó.

Tal defensa de los ciudadanos de a pie a sus más que votados políticos, aunque es de respetar (porque los principios nunca deben salir por la puerta),  resulta patética a la par que insulsa si tenemos en cuenta que la política del siglo XXI en España abusa de la prepotencia y del cinismo y se aleja del principio de “A un ayuntamiento se viene a servir y no a servirse de él”, o ¿se les has olvidado el lema de “Trabajar por y para la ciudadanía “?

Aunque la metáfora de la juventud, divino tesoro, brilla en todas las épocas, es cierto que este sector de la población también recibe numerosas críticas por su comportamiento, por sus palabras (muchas veces, producto de la efervescencia hormonal) por las tonterías de la edad y porque están en esa etapa de la vida en la que se va forjando su personalidad. Pero son jóvenes y su día a día no tendría sentido sin las tonterías de la edad, así como sin cualquier rebote producto de una rebeldía más que justificada aunque sea de manera parcial, una realidad que queda a años luz de las situaciones de discusión que en muchos casos se dan entre adultos, porque claro, la inquina de la experimentación es demasiado cruel y muy difícil de atajar.

Corren tiempos de una animadversión barata entre nuestros dirigentes políticos que, en lugar de dialogar, de respetar el turno de palabra y de hacer gala de una conducta políticamente correcta, han decidido subirse al tren de los reproches, del recelo y de lo que en peor lugar los deja, de los insultos.

A lo que este municipio asistió durante el último pleno de este mes de abril, después de haber vivido la semana de la pasión de Cristo, tan ansiada por los ciezanos, fue al mayor espectáculo gratuito de un comportamiento típico de una banda de patio de instituto a la que los docentes intentamos domar, con la gran y más que subrayada  diferencia de que los alumnos están forjando su personalidad y son más que salvables,  y los adultos ya la tienen bastante desarrollada y quizá esta sea inamovible.

¿Dónde está el bien común de Cieza? Porque hace una semana quedó  situado al lado del cero a la izquierda de la nefasta operación matemática de la que fuimos protagonistas. Yo quería  ver muchas soluciones (necesarias para todos), muchas propuestas(que retroalimentan el intelecto), acuerdos varios (que nos hacen crecer como municipio) es decir, esperaba algo tan sencillo como lo que viene siendo un proyecto sólido y sensato , porque los ciezanos no nos merecemos menos, ya que somos,  primero,  personas y después, contribuyentes.

Un Pleno marcado por la ironía de los viajes al extranjero, por las acusaciones de facturas sin pagar, por la reiterada petición de que dimitiera el alcalde, por alguna grosería injustificada y por la frase por antonomasia de “Hágame la pregunta por escrito…”. Ante este episodio insólito, había asistentes y compañeros cabizbajos porque yo creo que, asomados todavía a la ventana del sentido común, no daban crédito al despropósito del consistorio que se olvidó de que había una retransmisión en la que muchos espectadores, que somos ajenos a cualquier tipo de enfrentamiento, sentimos  calor, inquietud e incomprensión, por no hablar de la preocupación, ya que alegrarse por esa sustitución de disputa tan desagradable muestra la vileza del ser humano.

El interés particular prevaleció, desde casi todas las ópticas ideológicas, sobre el del ciudadano. Aquí no se trata de ser de un partido u otro, aquí se trata de que mientras juegan a ser la banda del patio, hay temas muy críticos que se tergiversan (muy preocupante es el revuelo del IBI) o propuestas que no se llevan a cabo por culpa de la más severa inquina que también hizo acto de presencia de una manera bastante descarada.

¿Dónde está el talante político? ¿Dónde está la vocación? ¿Dónde queda la moral que deberían tener todos los cargos públicos de estar por y para el pueblo en todo momento, dejando a un lado el individualismo y no entrando al trapo ? No se les puede dar palmas a personas que no reúnen estos requisitos imprescindibles para ostentar un cargo público.

Urge una reflexión por parte de los adultos, tanto de los defensores a ultranza (votantes) de algunas actitudes que no tienen justificación, como de los dirigentes;  máxime cuando estos últimos son protagonistas de determinados comportamientos infaustos, máxime cuando están en lo más alto porque han sido elegidos en las urnas y no porque han sido sometidos a un proceso muy sacrificado de selección, quizá si fuera de esta manera, los fuegos se sofocarían rápidamente y la dedicación innata no brillaría tanto por su ausencia.